Pequeños fragmentos de vida entran, de vez
en cuando, a través de las
ventanas.
No son más que envoltorios sacudiéndose, más que tierra reunida. No es más que un olvido invencible
y
violonchelos muriéndose de pena.
Imposible es
una tarde que derrocha llanto con tu olor.
Raíces por toda la tierra observan poses
de menstruación fúnebre, y hojas sin nombres.
Pequeñas abundancias de otros tiempos
penetran, de vez en cuando, en mi corazón.
No son más que sombras del mundo, escurriéndose, más que piel y orgullo y amor en
completa inercia
junto a unos
ojos secos en el crepúsculo,
cayendo, y cayendo con oscuras botas de la noche.